El éxito verdadero viene de la felicidad: la felicidad del corazón de un servidor. Jesús estableció el estándar para el éxito, y es bastante diferente a los estándares que a veces se ven en el mundo. Jesús enseñó:
“… y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. – Marcos 10,44–45
Servir a Dios y a los demás significa servir como lo hizo Cristo. El éxito construido sobre bienes materiales, el egocentrismo y el egoísmo no están en el plan de Dios. Debemos construir una comunidad y estar preparados para hacer sacrificios. El servicio cristiano significa que servimos a los demás ofreciéndonos a nosotros mismos como lo hizo Jesús. Al hacerlo, participamos de la unidad de Cristo.
El sacerdocio de Cristo
Jesucristo es el único sacerdote verdadero. Los bautizados pueden participar del sacerdocio de Cristo de dos maneras. Está el sacerdocio para todos los fieles y el sacerdocio ordenado. Cada cristiano se une a Cristo en el Bautismo y está llamado a vivir una vida de generoso servicio a Dios y a los demás como hizo Jesús. Somos un pueblo elegido, consagrado a servir a Dios y a los demás. Esto es lo que queremos decir con el sacerdocio común de los fieles.
¿Cómo vives tu llamado bautismal para participar del sacerdocio de Cristo?
El sacerdocio ordenado
Esos hombres que reciben el Sacramento del Orden Sagrado participan del ministerio ordenado de servicio o sacerdocio ministerial. Esto significa que estos hombres ordenados están al servicio del sacerdocio común, son consagrados en el nombre de Cristo para el bien de todos los fieles. Sus promesas solemnes son un signo de que son consagrados por amor al Reino de Dios (consulta Mateo 19,11–12). A través de ellos, Cristo continúa edificando y sirviendo a la Iglesia.
Grados del Orden Sagrado
El Sacramento del Orden Sagrado y el Sacramento del Matrimonio son los dos Sacramentos al Servicio de la Comunión. El Orden Sagrado es el Sacramento por el cual un hombre bautizado participa de manera única del sacerdocio de Dios, como obispo, sacerdote o diácono.
Los tres grados del Orden Sagrado son el episcopado (obispos), el presbiterado (sacerdotes) y el diaconado (diáconos). Un hombre ordenado se vuelve miembro de el “orden” de obispos, sacerdotes o diáconos mediante el Rito de Ordenación conferido por un obispo.
Poderes intactos
El Orden Sagrado se celebra por la imposición de las manos de un obispo en la cabeza del hombre que será ordenado, y es seguido de una oración de consagración. El Orden Sagrado, como el Bautismo y la Confirmación, puede recibirse solo una vez y marca al hombre que se ordena para siempre con un carácter espiritual.
Durante la Ordenación de un obispo, los poderes conferidos a los Apóstoles por el mismo Cristo, permanecen intactos a través de los siglos mediante la imposición de manos. La Iglesia se refiere a este legado del don del Espíritu Santo como la sucesión apostólica, haciendo al obispo guardián de la obra de Cristo.
¿Por qué es tan importante la sucesión apostólica para entender la autoridad de la Iglesia?
Los obispos y los sacerdotes participan del sacerdocio de Cristo de una manera única. El Sacramento del Orden Sagrado permite a los obispos y sacerdotes actuar en la persona de Cristo. Cuando sirven a la Iglesia, el mismo Cristo está presente en la Iglesia. Por ejemplo, en la Misa, cuando el sacerdote dice: “Este es mi cuerpo”, no se está refiriendo a su propio cuerpo, sino al de Cristo. A través del sacerdote u obispo, Cristo dice: “Este es mi cuerpo”.
Mediante el ministerio ordenado, la presencia de Cristo como cabeza de la Iglesia se hace visible para los fieles; sin embargo, esto no significa que el hombre ordenado esté libre de culpa o pecado. Esto quiere decir que los sacerdotes y obispos nos recuerdan la realidad de que el mismo Cristo está presente cuando ellos ejercen el oficio de su ministerio.
Pastores del rebaño
Durante el Rito de la Ordenación, se le confía al obispo el cuidado de la Iglesia. Es designado por el Espíritu Santo para que cuide a todo el rebaño, o a los fieles de su diócesis particular.
Un obispo es un maestro, un sacerdote y un pastor. Promete guiar a su pueblo por el camino de la salvación, mostrando bondad y compasión. Los obispos buscan personas que se han perdido y las reúnen para el Señor en el rebaño. Con la ayuda de Dios y hasta el final de su vida, el obispo debe ser fiel y constante en proclamar el Evangelio.
Continuar el ministerio apostólico
Cuando un obispo es ordenado, recibe la plenitud del Sacramento y continúa el ministerio de los Apóstoles. Al mismo tiempo, los obispos trabajan en comunión con el Papa, que es el obispo de Roma y el sucesor de San Pedro. Un obispo sirve como la cabeza visible de una diócesis y es un signo de su unidad.
Los obispos también tienen la tarea de enseñar la fe; celebrar culto divino, especialmente la Eucaristía; y guiar a sus iglesias locales como verdaderos pastores. Los sacerdotes son los colaboradores de los obispos, mientras que los diáconos son los ayudantes de los obispos. Cada obispo comparte con el Papa la responsabilidad por la Iglesia universal.
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