Eucaristía

Fundamentos para niñosMuchos de los sucesos del Antiguo Testamento señalan, o prefiguran el Misterio de la Eucaristía, que celebramos en Misa. Tres relatos en particular del Antiguo Testamento nos brindan ejemplos excelentes de cómo Dios proveyó de alimento a su Pueblo Elegido, quien, a cambio, ofreció acciones de gracias a Dios. Estos son los relatos de Melquisedec, la Pascua Judía y el relato del maná del Cielo.

Melquisedec
Cuando se estableció en Caná, Abram (Abrahán) celebró la victoria sobre un gobernante enemigo con Melquisedec, rey de Salem. Este relato tiene un significado muy profundo para los cristianos. Tres elementos de este relato del Antiguo Testamento prefiguran a Cristo entregándose a nosotros en la Eucaristía (lee Génesis 14,17–20). Estos elementos son la inclusión de pan y vino, el ofrecimiento de pan y vino como regalos a Dios, y el recuerdo agradecido de lo que Dios ha hecho por su pueblo.

Pascua judía
Durante los sucesos del Éxodo, Dios protegió y salvó a su pueblo de la esclavitud y las plagas. En memoria del poder salvador de Dios, cada año los israelitas celebran la Pascua judía con pan ácimo, el cordero de la Pascua judía, hierbas amargas y vino (lee Éxodo 12,1–20). Jesucristo, el Cordero de Dios, nos dio una nueva cena de Pascua judía en la Eucaristía.

Maná
Mientras los israelitas deambulaban por el desierto en busca de la Tierra Prometida, Dios les dio maná para que comieran (lee Éxodo 16,1–15). El maná es una sustancia parecida al pan que se forma en un arbusto. Este relato revela de qué manera Dios continuamente proveía de alimento a su pueblo. La Iglesia enseña que el maná prefiguró la Eucaristía, el Pan de Vida que Dios nos da.

¿En qué se parece el relato de Melquisedec a la manera en que celebramos la Misa?

La Misa

La Eucaristía, prefigurada por el maná, el ofrecimiento de Melquisedec y la comida de la Pascua judía, es el gran Sacramento del amor de Dios. La celebración de la Eucaristía en la Misa recuerda y hace presente el sacrificio único de Cristo. Es por esto que hablamos del sacrificio de la Misa.

Las dos partes de la Misa son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística. Estas dos partes forman un único acto de culto al que llamamos la Misa. La proclamación de la mismísima Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras es el centro de la Liturgia de la Palabra. La Palabra de Dios nos alimenta, nutriendo nuestra mente y nuestro corazón. También nos inspira para que alabemos y agradezcamos a Dios por mostrarnos un camino para vivir.

Bendición y acción de gracias

En la Liturgia de la Eucaristía, la Iglesia celebra la gran oración de bendición y acción de gracias a Dios Padre. Dios llama a cada uno de nosotros para que participemos a través de nuestras oraciones de alabanza y agradecimiento. Todos tenemos el rol esencial de participar de la Misa. Juntos celebramos un memorial: recordamos lo que Dios hace presente a través de nuestras acciones en la liturgia. El sacerdote que preside tiene un rol único. Por ejemplo, solo el sacerdote puede consagrar el pan y el vino que se transforman en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor. Esto sucede porque Cristo, el Sumo Sacerdote, obra a través del sacerdote que preside y ofrece el sacrificio de la Misa.

Durante la Plegaria Eucarística, el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración. Mediante sus palabras y por el poder del Espíritu Santo, el pan y el vino verdaderamente se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Cristo está verdaderamente presente en la Eucaristía. Luego el pan consagrado se parte para que lo compartamos. Los fieles en estado de gracia son invitados a adelantarse en procesión y a recibir la Sagrada Comunión. De esta manera, recibimos al mismo Cristo. Esto es lo que queremos decir con la Presencia Real de Cristo.

¿Qué aspecto de la Misa disfrutas más?

Sagrada Comunión

Cristo está presente en y mediante la Misa. Encontramos a Cristo en los fieles reunidos, en la Palabra de Dios proclamada, en el sacerdote que es ministro de la Misa, y, lo más importante, en la Eucaristía que nos une. En la Sagrada Comunión nos unimos más a Cristo y a los demás. La Eucaristía preserva la vida de gracia recibida en el Bautismo. En este estado de gracia nos separamos del pecado. Somos fortalecidos para vivir nuestra fe y ser testigos de Cristo.

Por lo tanto, la Iglesia nos llama para que nos obliguemos a recibir la Eucaristía al menos una vez al año. Fortalecida y unida como el Cuerpo de Cristo, la Iglesia profesa la Eucaristía como la fuente y cumbre de su vida. Esta es realmente una celebración para agradecer y alabar a Dios. El sorprendente efecto de la Liturgia Eucarística es que la Eucaristía nos convierte en el Cuerpo de Cristo. Recibimos la Sagrada Comunión y nos convertimos en una sagrada comunión, un pueblo unido en Cristo.

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