Cuando pecamos, le damos la espalda al amor de Dios y a las demás personas. Nos hacemos daño y necesitamos curarnos espiritualmente. Nuestra relación con Dios y con la Iglesia se renueva con los Sacramentos de Curación. El Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación, y el Sacramento de la Unción de los Enfermos son Sacramentos de Curación. Necesitamos la curación que nos da Dios, que es el único que puede perdonar pecados. En su misericordia y bondad, Dios comparte su poder para perdonar pecados con la Iglesia, el Cuerpo de Cristo. Comparte este perdón mediante la celebración de los Sacramentos.
Sacramentos de Perdón
El Bautismo es el primer Sacramento de perdón. En el Bautismo, se perdonan el Pecado Original y todos los pecados personales. Jesús también dio a la Iglesia el Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación para el perdón de los pecados cometidos después del Bautismo. Dijo a sus discípulos:
“Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. – Juan 20,22–23
Esta obra de perdón continúa mediante el ministerio de obispos y sacerdotes.
La Eucaristía también es un Sacramento de perdón. Participar de la Eucaristía nos une más a Cristo y a los demás. Los pecados veniales quedan perdonados. Los pecados mortales, sin embargo, deben confesarse en el Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación. Celebrar la Reconciliación y recibir la Eucaristía con regularidad nos ayudan a profundizar nuestra relación con Dios y con los demás.
¿Cuándo experimentaste la misericordia y el perdón de Dios?
Reconciliar nuestras relaciones
Podemos celebrar la Reconciliación cuando expresamos nuestra necesidad por la misericordia de Dios y nos arrepentimos de nuestros pecados. El Sacramento incluye al sacerdote, que es el ministro del Sacramento, y al penitente, que está buscando la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
Antes de confesar nuestros pecados al sacerdote, primero debemos prepararnos para el Sacramento mediante un examen de conciencia. Esta es una reflexión acerca de nuestra vida a la luz del Evangelio. Expresa nuestro deseo de entrar en una relación más profunda con Dios. Cuando examinamos nuestra conciencia de esta manera, nos estamos abriendo a la gracia de Dios. La Reconciliación nos cura y nos transforma para una nueva vida con Cristo.
¿Qué te preguntas cuando examinas tu conciencia?
El Rito de la Penitencia
La Confesión es otro nombre para el Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación. Cuando nos encontramos con el sacerdote en la Confesión, nos da la bienvenida en el nombre de Jesús y de la Iglesia, invitándonos a arrepentirnos. Es posible que lea un relato o pasaje de la Biblia, y luego, de forma individual, nos confesemos, o le contemos nuestros pecados al sacerdote, y expresemos nuestro arrepentimiento.
La Iglesia enseña que el penitente debe confesarle al sacerdote todos los pecados graves que cometió y que aún no ha confesado. La Iglesia le prohíbe al sacerdote contar nada de lo que escucha en la Confesión. Esto nos da libertad para ser abiertos y honestos con Dios. La Iglesia no requiere que los pecados veniales sean confesados, pero lo recomienda firmemente.
Luego, es posible que el sacerdote sugiera maneras de acercarnos más a Dios. Después nos pide que cumplamos un acto penitencial. De esta manera podemos tomar responsabilidad por lo que hemos hecho y reparar o expiar el mal que hemos cometido. Es posible que esta penitencia incluya una oración, actos de caridad u obras de misericordia. Luego el sacerdote nos pide que le digamos a Dios que estamos arrepentidos de nuestros pecados rezando la Oración del Penitente.
En nombre de la Iglesia, el sacerdote después extiende sus manos sobre nosotros y recita una oración de absolución. Mediante la absolución dada por el sacerdote, Dios nos cura y nos perdona de nuestros pecados. Como estamos arrepentidos y deseamos cambiar, el Espíritu Santo vuelve a santificarnos como templos de Dios. Finalmente, con el sacerdote, alabamos a Dios por su misericordia, y el sacerdote nos anima para que vayamos en paz, como signos vivientes del amor redentor de Dios.
Las gracias de la Penitencia y la Reconciliación
Celebrar la Penitencia y la Reconciliación te cura espiritualmente. La gracia de este Sacramento es la reconciliación. El Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación:
- reestablece y fortalece la vida de gracia con Dios, que hemos perdido, o se ha debilitado, por el pecado.
- renueva nuestra relación con el Cuerpo de Cristo, la Iglesia.
- nos libera de la eterna separación de Dios.
- nos da el don de la paz y del perdón, y la gracia para seguir fielmente a Jesucristo, incluso cuando enfrentamos dificultades.
Jesús enseña que hay castigo relacionado al pecado. En el Evangelio les dice a sus discípulos que, cuando regrese, separará a los buenos de los pecadores. A los pecadores les dirá:
“Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron”. – Mateo 25,41–43
El castigo por los pecados es una de las consecuencias de nuestros actos pecaminosos. Ese castigo puede ser eterno o temporal. A través de las oraciones, las buenas obras y las indulgencias, los fieles pueden obtener remisión o liberación de este castigo temporal causado por el pecado. Los miembros bautizados de la Iglesia pueden hacer esto por nosotros y por las almas del Purgatorio. Cuando nos alejamos de Dios por el pecado, nos llama de regreso a su abrazo amoroso dentro de la Iglesia, con su misericordia.
Copyright © 2014, RCL Benziger. Todos los derechos reservados.