El resumen del evangelio

Fundamentos para niñosLa oración fortalece nuestra fe, esperanza y amor por Dios. El Espíritu Santo nos enseña a rezar a través de la Tradición de la Iglesia. Rezar no tiene ciencia. Los cristianos responden al Espíritu Santo con la expresión de las oraciones de tres maneras básicas. Con la oración vocal, la meditación y la contemplación. Todas comparten una cosa: fluyen desde nuestro corazón.

La oración vocal

Es muy natural para nosotros usar palabras cuando rezamos. La oración vocal es una oración que usa palabras. Las oraciones vocales se rezan en voz alta o en silencio. Se rezan a solas o con otras personas. La adoración es una forma de oración en la que nuestras palabras alaban a Dios como el origen de todo.

Las palabras que decimos en nuestras oraciones expresan nuestros pensamientos y nuestras emociones. Nos permiten compartir con Dios nuestras alegrías y nuestras penas, nuestros logros y nuestros sueños. Nos dan el poder de compartir con Dios todo acerca de nosotros mismos.

La meditación

Dios es un Padre amoroso que tiene parte activa en nuestra vida en todo momento. En una oración de meditación, conectamos nuestra vida más cerca de Dios. Usamos nuestra imaginación, nuestra mente y nuestros deseos para vivir la vida nueva en Cristo, que hemos recibido en el Bautismo. Buscamos no solo saber acerca de Cristo, sino también crecer en nuestro amor y nuestra amistad con Él. Pasamos tiempo con Dios Padre y le damos toda nuestra atención. Escuchamos como el Espíritu Santo nos muestra cómo vivir como hijos de Dios y discípulos de Jesús.

La contemplación

Recuerda: las palabras no son necesarias. Dios conoce nuestros pensamientos más profundos. Sabe qué queremos decir antes de que lo pongamos en palabras.

Santa Teresa de Jesús (Teresa de Ávila, 1535–1582), doctora de la Iglesia y mística española, describe la oración de contemplación: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. Esto es lo que llamamos comunión con Dios Padre, en Cristo, a través del poder del Espíritu Santo.

¿Qué forma de oración usas más? ¿Cuál te gustaría probar?

La Oración del Señor

La Oración del Señor o Padre Nuestro es la oración de todos los cristianos. Es un verdadero resumen de todo el Evangelio. En los Evangelios, ha llegado a la Iglesia en dos versiones diferentes. Una forma más corta se encuentra en el Evangelio de Lucas (ver Lucas 11,2–4). La forma más larga y tradicional se encuentra en el Evangelio de Mateo. Esta es la versión que la Iglesia reza en la actualidad. Ambas versiones se dirigen a Dios por su nombre, honran a Dios y, finalmente, le piden a Dios que responda a nuestras necesidades.

En el Evangelio de Mateo, la Oración del Señor es parte del Sermón de la montaña. Jesús acababa de advertir a sus discípulos acerca de hacer buenas obras, de manera que todos pudieran alabarlos. Luego, mientras enseñaba a sus discípulos acerca de la oración, dijo:

“Ustedes oren de esta manera:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino,
que se haga tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos
a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación,
sino líbranos del mal”.
– Mateo 6,9–13

Jesús vivió su vida como una oración al Padre. Su vida dio alabanza a Dios Padre y puso total confianza en el Padre. Esta confianza fue especialmente clara a medida que Jesús se aproximaba a su Muerte en la Cruz. Al enfrentar su Muerte, Jesús abrió su corazón a su Padre y le dijo:

Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: “Padre, líbrame de esta hora? ¡Sí, para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!”. – Juan 12,27–28

Todo lo que Jesús hizo dio gloria y honor al Padre. Así es como debemos vivir.

¿Cómo podrían ayudarte las palabras de la Oración del Señor a vivir como discípulo de Jesús? ¿Qué parte te ha resultado la más difícil de seguir? ¿Por qué?

El significado de la Oración del Señor

La Oración del Señor nos enseña no solo cómo rezar, sino también cómo vivir una vida de total confianza y esperanza en Dios Padre, como Jesús, el Hijo de Dios, hizo.

  • Padre Nuestro. A través de nuestro Bautismo, estamos unidos a Cristo y somos uno con Él y con el prójimo. El Espíritu Santo se vierte en nuestro corazón y nos permite llamar Abbá (o Padre) a Dios, tal como Jesús hizo.
  • Que estás en el cielo. La palabra cielo señala la majestuosidad y gloria de Dios. La Iglesia en la Tierra se une con los ángeles y los Santos del Cielo para alabar a Dios.
  • Santificado sea tu Nombre. La gloria y la alabanza pertenecen verdaderamente a Dios, que nos crea, nos redime y nos santifica.
  • Venga a nosotros tu reino. Rezamos que el reino anunciado por Jesús se realizará cuando Él venga otra vez en gloria al final de los tiempos. Prometemos preparar el camino para la llegada de ese reino siendo sus discípulos ahora, y haciendo todo lo que podemos para proclamar el Reino.
  • Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. La voluntad de Dios es que todas las personas vivan en comunión con Él por siempre. Cuando rezamos “hágase tu voluntad”, prometemos vivir de acuerdo con la voluntad y el plan de Dios y buscar activamente hacer en nuestra vida la voluntad de Dios.
  • Danos hoy nuestro pan de cada día. Nuestro pan diario es Cristo mismo, que dijo “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” (Juan 6,51). Le pedimos a Dios que proteja nuestras necesidades físicas y espirituales y que nos mantenga honestos y atentos acerca de lo que realmente necesitamos para vivir una vida en Cristo.
  • Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. El perdón es una calle de dos vías. Aquellos que reciben el perdón y la misericordia de Dios deben desear ser tan indulgentes y misericordiosos hacia los demás como Dios es hacia ellos.
  • No nos dejes caer en la tentación. La tentación trata de convencernos de que hay algo mejor que la voluntad de Dios. Le pedimos a Dios el valor de enfrentar la tentación con una fe firme, con una esperanza confiada y con un amor generoso.
  • Y líbranos del mal. Satanás y las fuerzas del mal en el mundo tratan de alejarnos del amor de Dios. No hay ningún otro, no hay poder más fuerte que Jesús. Rezamos para que la victoria de Dios en Jesucristo sea también nuestra victoria.

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